La conjuntivitis es una afección que se traduce en la inflamación de la membrana conjuntiva del ojo, que recubre el interior de los párpados. Al igual que ocurre con las personas, es bastante habitual en los perros, y puede dar lugar a una grave infección. Por ello es importante que sepamos cómo prevenirla y detectarla.
Puede producirse por diferentes causas. En algunas ocasiones se trata de un problema eventual provocado por algún motivo concreto, como la introducción de un cuerpo extraño en el ojo. También puede ser síntoma de alergias o de determinadas enfermedades, como el moquillo o la queratoconjuntivitis seca. Asimismo, a veces tiene lugar como consecuencia de una úlcera en la córnea.
Existen algunas razas más propensas que otras a padecer este problema, como el carlino y el pequinés, dado que sus ojos se encuentran más expuestos al exterior. El caniche y el cocker también forman parte de esta lista, debido a causas hereditarias. Por ello estas razas requieren un mayor cuidado en la zona.
La conjuntivitis se caracteriza por una serie de síntomas muy concretos. Uno de los primeros en presentarse es el lagrimeo excesivo, a menudo acompañado por la secreción de un líquido blanco o amarillento (verde en los casos más graves). Esto, a su vez, puede desembocar en una fuerte dificultad para abrir el ojo infectado, así como en un molesto picor.
El perro podría hacerse daño al rascarse, por lo que debemos llevarle inmediatamente a un veterinario ante cualquier señal de incomodidad. También es probable que el animal rechace la luz solar o artificial, pues le resultará incómoda. Además, con frecuencia aparece enrojecimiento e hinchazón en la zona.
Ante cualquiera de estas señales tenemos que acudir rápidamente a una clínica veterinaria. Dependiendo de la causa que haya provocado la conjuntivitis, el especialista administrará un medicamento u otro; lo más común son los antibióticos tópicos.