Mi perro da vueltas antes de tumbarse: ¿por qué?

Cachorro de Labrador durmiendo..

Si convivimos con un perro, seguramente hayamos observado que suele dar vueltas sobre sí mismo antes de tumbarse. Existen varias teorías al respecto; algunos asocian este gesto al instinto de supervivencia propio de esta especie, mientras que otros opinan que se trata de una sencilla cuestión de comodidad. En cualquier caso, merece la pena analizar este peculiar hábito.

Como decíamos, algunos expertos encuentran la explicación a estos giros en las costumbres ancestrales del perro. Este comportamiento se remonta a sus antepasados, los lobos salvajes, que componían su propia “cama” dando vueltas hasta encontrar un lugar confortable. Según este argumento, los canes aún mantienen esta antigua costumbre.

Siguiendo con esta línea, el instinto canino también lleva a estos animales a “inspeccionar” la zona donde van a descansar, asegurándose de que no hay peligros alrededor, como insectos o reptiles. Éste también es el motivo por el que muchas veces se tumban en una posición muy cerrada, “enroscándose” sobre sí mismos; y es que de esta forma resguardan las partes de su cuerpo más vulnerables (la barriga, el pecho…) ante el ataque de posibles enemigos. Además, esta postura les ayuda a mantener una temperatura corporal cálida.

Este mismo instinto también les lleva a rascar el lugar donde van a tumbarse, cumpliendo varias funciones: eliminar insectos, hacer más cómoda la zona, regular la temperatura de la superficie y marcar el territorio. Aunque para nuestras mascotas no sea necesaria esta práctica, su naturaleza les empuja a realizar este ritual.

Hay quien considera que la razón de que los canes den vueltas antes de tumbarse es, simplemente, acomodar el espacio. Con el movimiento de sus patas pretenden alisar la superficie y encontrar la postura más agradable para descansar.

A veces esta rutina deja de ser una sencilla costumbre para convertirse en una obsesión, pues girar obsesivamente sobre sí mismo es señal de ansiedad en el perro. En esos casos la solución suele ser aumentar el tiempo o la cantidad de los paseos, aunque en otras ocasiones es necesaria la intervención de un adiestrador profesional.


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