Es probable que hayas escuchado alguna vez decir »es que se llevan como el perro y el gato», ¿verdad? Y es que a menudo se suele pensar que ambos animales son tan diferentes que, simplemente no se entienden. Pero la realidad es que esto no siempre es así. De hecho, con un poco de paciencia se puede conseguir que sean grandes amigos.
Paciencia que habrá que tener también si se quiere evitar que el can le haga daño. Sepamos cómo evitar que mi perro ataque a los gatos.
Siempre que se pueda, es muy aconsejable que ya desde cachorro el perro tenga contacto con gatos. Así será mucho más fácil que se lleve bien con ellos y que, por lo tanto, no los vea como enemigos, sino como amigos. Pero claro, a veces esto nos es imposible, ya sea porque nosotros no convivamos con un felino o porque no conozcamos a nadie que tenga. Así que, ¿qué hacer en estos casos?
Lo ideal es, por supuesto, evitar problemas. Para ello, llevaremos a nuestro perro atado con la correa, y no lo soltaremos en aquellas zonas donde haya o pueda haber gatos, ya que en cualquier momento podría oler y/u oler a alguno y empezar la persecución. Si eso ocurre, podríamos tener muchas dificultades para encontrarlo.
Así pues, correctamente atado a la correa, si aparece un felino de repente no tenemos que darle un tirón al perro, sino simplemente ponerle delante de su nariz una golosina que le guste mucho y llevárnoslo un poco más lejos, a una zona donde él se sienta tranquilo. Luego, le pediremos un »sienta» o »sit» y le daremos la golosina. Cuando volvamos a ver a otro gato, haremos lo mismo. Con el tiempo, las probabilidades de que se sienta cómodo teniendo cerca a uno son altas.
Eso sí, no te olvides nunca de que tu actitud será determinante en todo este proceso. Si estás nervioso/a o estresado/a, el perro va a sentirse también así y lo que va a hacer es querer atacar con más ganas si cabe. Antes de salir a pasear, respira hondo para poder disfrutar del paseo.