Greyfriars Bobby, el perro más famoso de Edimburgo

Estatua de Greyfriars Bobby en Edimburgo.

Son numerosos los casos que nos demuestran que la fidelidad de los perros no tiene límites. Un ejemplo conocido a nivel internacional es el de Greyfriars Bobby, un Skye Terrier que llegó a permanecer junto a la tumba de su dueño hasta 14 años después de su muerte. Hoy día, este peludo es un auténtico icono de la ciudad de Edimburgo.

La historia de Bobby y John Gray

John Gray era un jardinero que emigró a Edimburgo (Escocia) hacia el año 1850, junto a su mujer y su hijo, con la esperanza de mejorar la calidad de vida de su familia. No obstante, el suelo en la ciudad estaba dañado por efecto de los largos inviernos, por lo que Gray decidió unirse al cuerpo de policía de la zona como vigilante nocturno.

Años más tarde, la familia adoptó a un amigable Skye Terrier al que llamaron Bobby, quien acompañaba todas las noches a John por las calles de la ciudad mientras cumplía con su trabajo. Desgraciadamente, el hombre murió años más tarde víctima de la tuberculosis. Desde entonces, Bobby permaneció junto a la tumba del que fue su mejor amigo.

La reacción de los ciudadanos

Tras el entierro de John Gray, los habitantes de la zona pensaron que el animal se cansaría tarde o temprano, pero el pequeño se negó a alejarse de la tumba incluso cuando se daban las peores condiciones climatológicas, haciendo del Cementerio Greyfriars su hogar. Al ser incapaz de desalojarlo, el encargado del cementerio acabaría por construir un refugio para el animal.

Además de ser cuidado y alimentado por los ciudadanos, Bobby acudía cada día al restaurante “Greyfriars Place”, que frecuentaba desde hacía años con su amo. Tras recibir alimento, volvía rápidamente al cementerio, algo que se convirtió en un auténtico espectáculo para los turistas.

Ley de registro de 1867

En 1867 tuvo lugar un acontecimiento que demuestra especialmente el cariño que los vecinos sentían por el peludo. En ese año las autoridades de Edimburgo aprobaron una ley que obligaba a registrar a todos los perros de la ciudad y a pagar una licencia por ello, debido al creciente aumento de canes callejeros. Los que no fueran oficialmente propiedad de nadie, serían sacrificados.

Ante esto, al no tener Bobby un dueño reconocido, el propio alcalde de Edimburgo, Sir William Chambers, abonó el pago de su registro y lo declaró propiedad del Consejo de la Ciudad. Desde entonces el animal luciría un nuevo collar con su nombre y número de licencia.

Fallecimiento

Cuenta la leyenda que el pequeño Skye Terrier murió en 1872 junto a la tumba de John Gray, tras lo cual sería más conocido con el paso de los años como “Greyfriars Bobby”. No pudo ser enterrado junto a su dueño por ser considerado el cementerio como tierra santa, pero a día de hoy sus restos descansan a escasos metros de los de su mejor amigo. En 1981, la Dog Aid Society de Escocia agregó una pequeña lápida en la que podemos leer:

«Greyfriars Bobby – died 14th January 1872 – aged 16 years – Let his loyalty and devotion be a lesson to us all».
(Que su lealtad y devoción sean un ejemplo para todos nosotros)

El legado de Bobby

Un año después de la muerte de Bobby se construyó en su honor una fuente que albergaba, a su vez, una estatua del famoso perro, al sur del Puente George IV. Actualmente es un importante punto turístico de Edimburgo, pues cuenta la leyenda que tocar su nariz da buena suerte. Además, en el Museo de Edimburgo podemos ver su collar y su plato.

Hay quien opina que esta historia presenta tintes de fantasía, sobre todo teniendo en cuenta que, si las fechas dadas son exactas, Bobby vivió unos 22 años. En cualquier caso, su historia es un ejemplo de auténtica fidelidad, y ha llegado a nuestros días de múltiples maneras diferentes. Como ejemplo, destacan las películas Greyfriars Bobby (1961, dirigida por Don Chaffey) y The Adventures of Greyfriars Bobby o Bobby, el guardián del cementerio (2006, dirigida por John Henderson).


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