Medidas de prevención ante la oruga procesionaria

Perro acercándose a una oruga.

A medida que se va acercando la primavera, nuestras mascotas necesitan unas determinadas atenciones acordes con esta estación. Muchas de ellas hacen referencia a los insectos. En esta ocasión nos centramos en la famosa oruga procesionaria del pino, altamente tóxica para los perros. Analizamos su modo de actuar y resumimos algunas medidas que podemos tomar para prevenir su ataque.

En primer lugar, debemos conocer el ciclo biológico de este insecto. Se trata de una de las primeras fases de desarrollo de la Thaumetopoea pityocampa, una polilla común en zonas cálidas. La misma pone sus huevos en los árboles; cuando nacen las orugas al comienzo de la primavera, descienden y caminan por el suelo hasta encontrar el lugar óptimo donde enterrarse. Una vez allí, se transforman en crisálidas, y más tarde en mariposas nocturnas, que vivirán tan sólo 24 horas.

El peligro de estas orugas reside en el poder tóxico de los pelos que cubren su cuerpo. Éstos contienen una sustancia llamada taumatopenia que, al contacto con la piel o las mucosas, provoca graves síntomas como inflamación, erupciones, alergias, vómitos, convulsiones, etc., que pueden llegar a ser mortales si no tomamos medidas rápidamente. Por este motivo debemos extremas las precauciones respecto a nuestra mascota.

Basta con que roce una procesionaria con una pata para sufrir dichos síntomas, pues se producirá un fuerte picor en la piel que el perro tratará de calmar con lametazos, trasladando la infección a la cavidad bucal. Es más grave aún si el animal lame o muerde directamente al insecto, lo que le ocasionará un dolor intenso en la zona y una fuerte inflamación de garganta. En cualquier caso, es absolutamente imprescindible que un veterinario atienda urgentemente a nuestro perro para evitar así que su organismo se vea totalmente afectado.

Como podemos comprobar, la mejor medida preventiva a tomar es impedir que el perro se acerque a estas orugas. Algo que no siempre es fácil, dado que su forma de moverse suele llamar la atención de otros animales, por lo que es conveniente evitar zonas con poca visibilidad y pasear a nuestra mascota siempre con correa. Además, los expertos recomiendan seguir estos pasos:

No caminar por zonas con pinos y cedros durante la época de riesgo (entre febrero y abril).

– Si tenemos jardín, lo conveniente sería acudir a una empresa especializada para que realice tratamientos preventivos entre septiembre y diciembre.

Instalar trampas para las orugas en los árboles. Podemos pegar un plástico duro que rodee el perímetro del árbol, llenándolo de agua para que las orugas que bajen del árbol caigan en él y se ahoguen.

Eliminar los bolsones de huevos, excepto los que se encuentren en su fase terminal, ya que esto podría empeorar el problema. Hay que cortarlos uno a uno, regándolos previamente para reducir su efecto en caso de contacto con la piel. Es imprescindible utilizar guantes y gafas, evitando hacerlo cuando haga viento y procurando que los nidos no caigan bruscamente y se rompan. Tras ello, debemos quemarlos.

Buscar las zonas de anidación, desenterrarlas y eliminar las orugas. Las encontraremos debajo de pequeños montículos de arena removida, de unos 15 o 25 cm de diámetro aproximadamente.

– Aplicar tratamientos químicos para fumigarlas. Hay que hacerlo a principios del otoño, cuando las orugas aún se encuentran en una fase de desarrollo en la que pueden ser atacadas por insecticidas.

– En nuestro jardín, potenciar la existencia de depredadores naturales como las aves. Lo conseguiremos instalando comederos para pájaros como reclamo.

Informar a las autoridades municipales en caso de sufrir algún accidente relacionado con las orugas. Podemos llamar a la policía local o al departamento de medio ambiente del ayuntamiento de nuestra localidad. En Madrid, podemos comunicarlo al Departamento de Arbolado Urbano (Dirección General de Patrimonio Verde; Área de Gobierno de Medio Ambiente. Tlfn: 91 588 01 84 – 91 588 59 65).


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