Solemos escuchar que los perros grandes no pueden adaptarse a vivir en un espacio pequeño; nada más lejos de la realidad. Lo realmente fundamental para el bienestar de una mascota no es el tamaño del piso en el que vive, sino la educación y el cariño que reciba por parte de sus dueños.
Una verdad indiscutible es que un perro necesita ejercicio, sea cual sea su tamaño. Dependiendo de su raza y energía, necesitará dosis más o menos altas de actividad física, pero esto es totalmente independiente a las dimensiones del animal. Es más, hay razas grandes de carácter muy tranquilo, como el Mastín de los Pirineos, mientras que otros perros pequeños, como el Fox Terrier, requieren hacer mucho ejercicio.
Un perro grande demanda la misma atención que uno pequeño. Ambos deben pasear por igual, recibir las mismas vacunas, jugar con sus dueños y socializarse con los demás. Los dos necesitan, asimismo, una educación correcta para evitar comportamientos inadecuados, respondiendo a veces más positivamente las razas grandes ante este adiestramiento.
Lo mismo ocurre con la higiene del perro. Dependiendo del carácter y el pelo del animal, nos llevará más o menos tiempo desenredarlo y lavarlo. Una vez más vemos cómo el tamaño es lo que menos influye en el cuidado de nuestra mascota.
Cada raza tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por ejemplo, es cierto que un perro alto alcanzará a determinados objetos de la casa a los que uno pequeño no podría, pudiendo morderlos o tirarlos por accidente con el rabo. Por ello tenemos que adaptar nuestra casa al tipo de mascota con la que vayamos a convivir. También debemos tener en cuenta que los gastos de alimentación son mayores.
Por todo ello, el tamaño de un perro no debería ser inconveniente a la hora de acogerlo en nuestro hogar; lo importante es que reciba las atenciones necesarias, que son prácticamente las mismas que requieren las razas pequeñas.