Probablemente hayamos observado que en el hocico de nuestro perro hay unos pelos largos y gruesos que se diferencian del resto del bigote. Esto es algo que comparten con otros animales como los gatos o los conejos, y a pesar de lo que pueda parecernos en un principio, cumplen una importante función. Te contamos todo lo que debes saber sobre los mismos.
Estos peculiares bigotes son en realidad unos pelos extremadamente sensibles llamados vibrisas, también presentes sobre los ojos, en las orejas, bajo el mentón y a veces en las patas. Se desarrollan a muy temprana edad, y suponen una herramienta de orientación fundamental para los perros. Gracias a ellos, son capaces de detectar corrientes de aire y vibraciones, las cuales decodifican obteniendo información. Esto les permite reaccionar rápidamente ante determinados peligros.
Y es que estos pelos cuentan con unos receptores sensoriales bajo la piel, encargados de hacer llegar la información recibida al cerebro del can. A través de los mismos, estos animales pueden diferenciar las temperaturas, sentir dolor y controlar la distancia a la que se encuentran los objetos cercanos. Las vibrisas pueden equipararse, por su sensibilidad, a nuestras huellas dactilares.
También cumplen la función de ayudar a proteger los ojos. De ahí que, ante cualquier pequeño roce en las vibrisas ubicadas sobre las cejas, el perro parpadee. En este sentido, son especialmente útiles para canes ciegos o con vista deficiente.
Como decimos, se trata de una zona muy sensible de la anatomía canina. Por ello es importante que tratemos estos bigotes con cuidado, evitando manipularlos continuamente y por supuesto, no arrancándolos jamás. Hay quien considera que al cortarlos perjudicamos al perro, aunque las opiniones son variadas en este sentido; en todo caso, debemos saber que aunque estos pelos se corten, se renuevan y vuelven a crecer de manera natural.