Entre las razas clásicas de montaña podemos destacar el llamado Montaña de los Pirineos, gracias a su gran belleza e imponente tamaño. También conocido como Perro Gigante de los Pirineos, se dice que desciende del Mastín Tibetano o del Dogo del Tíbet, y que era utilizado para defender el rebaño y las propiedades de los pastores. Fuerte y tranquilo, es perfecto como perro de defensa y como mascota el mismo tiempo.
Se cree que esta raza llegó a Europa con las invasiones asiáticas y con los comerciantes fenicios que se instalaron en los Pirineos españoles. Ya en el siglo XIV surgieron escritos en los que se hablaba de este perro, y en los que se explica que era utilizado para defender los castillos de Foix, Orthez y Carcasona. También cumplía funciones de perro de carga y protegía los rebaños. Se piensa, asimismo, que colaboró con el ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial transportando paquetes y llevando mensajes.
Sin embargo anteriormente, en el siglo XVII, este perro gozaba de una distinción especial, pues el Rey Luis XIV le otorgó la distinción de Perro Real. Por ello se convirtió en una mascota propia de la aristocracia y la nobleza. Finalmente, el reconocimiento oficial de la raza por la FCI (la mayor organización canina del mundo) se llevaría a cabo en el año 1955.
Respecto a su carácter, suele ser tranquilo y cariñoso, aunque su instinto protector le hace mantenerse alerta constantemente. Es desconfiado con los desconocidos y algo terco, lo que hace algo más complicado su adiestramiento. Suele presentar un comportamiento equilibrado, aunque para ello necesita buenas dosis de ejercicio físico al aire libre.
El Montaña de los Pirineos tiende a ser independiente, pero también disfruta mucho de la compañía de su familia. Además, es fundamental que sea socializado desde cachorro, ya que no siempre se llevan bien con otros canes.