Probablemente ya habéis oído hablar de los probióticos, alimentos que contienen microorganismos que tomados en determinadas cantidades pueden ayudar a nuestra salud. Hablamos de productos como los lácteos, aunque en la actualidad hay muchas más formas de tomarlos, incluso en cápsulas, y ahora también es un alimento que ha llegado al mundo canino.
Al igual que los humanos, los perros cuentan con su propia flora intestinal, en la que hay bacterias que realizan determinados procesos como el de la digestión. Si esta se ve alterada puede afectar a sus sistema inmunológico y por tanto a sus salud, con síntomas parecidos a los de los humanos, con hinchazón en el estómago, gases o diarrea.
Esta alteración de la flora puede darse por determinados motivos. Uno de los más habituales es el de cambiar la alimentación del animal, y también puede ser por suministrarle piensos de baja calidad que no cumplen con sus necesidades nutricionales. También puede suceder por la ingesta de antibióticos en determinados tratamientos.
Los probióticos para perros son solo para ellos, es decir, no podemos utilizar los de los humanos. Estos probióticos se hacen a partir de cepas de bacterias que habitan en los intestinos del perro. Son complementos nutricionales totalmente seguros, pero hay que asegurarse de darle uno de calidad, y no hay que confundirlos con los prebióticos. Los prebióticos contienen sustancias que ayudan a las bacterias ya presentes en el perro y a su desarrollo, pero no son cepas de bacterias en sí.
A la hora de comprar buenos probióticos hay que fijarse en que tengan la certificación GMP de buenas prácticas en su elaboración. Si dudamos, lo mejor es consultar con un veterinario, para que evalúe la salud del perro y la necesidad de suministrarle estos complementos. De esta forma sabremos que lo estamos haciendo bien.