La hiperactividad es un problema muy común entre los perros, aún más si tenemos en cuenta que todos los cachorros tienen una energÃa desbordante. En la mayorÃa de los casos la situación cambia cuando se hacen adultos, pero a veces la ansiedad por jugar, pasear o morder se adueñan del carácter del animal. Éstas pueden ser señales de hiperactividad, algo que podemos controlar mediante técnicas de adiestramiento y otros trucos.
Reconocer la hiperactividad canina no siempre es fácil, dado que el perro es un animal muy activo por naturaleza. Sin embargo, debemos empezar a preocuparnos cuando observemos sÃntomas como los siguientes:
1. Ladrar constantemente. Ya sea para llamar la atención, pedir comida o jugar, ladrar o llorar sin control implica un estado de ánimo alarmante. Es una de las primeras señales asociadas a este trastorno.
2. Desobedecer las órdenes. Un perro hiperactivo es incapaz de concentrarse, y por tanto, de atender a nuestras órdenes. Se confundirÃa con facilidad, reaccionando con nerviosismo y dificultad a cada una de nuestras indicaciones.
3. Descontrol en los juegos. Puede que estos nervios desmesurados hagan que el animal no calcule su fuerza a la hora de jugar, pudiendo por ejemplo, mordernos con demasiada fuerza.
4. Insomnio. Es uno de los sÃntomas clásicos de la hiperactividad, tanto en canes como en humanos. También lo es el sueño ligero, hasta el punto en que cualquier mÃnimo ruido pueda desvelar al animal.
5. Hacer sus necesidades en casa. Su poca capacidad de concentración y sus nervios excesivos pueden llevar al perro a hacer sus necesidades en cualquier parte, ya sea fuera o dentro de casa.
Además, pueden aparecer otras manifestaciones frecuentes: incapacidad para relajarse incluso tras ejercicio, atención dispersa ante cualquier estÃmulo, destrucción de objetos o masticación compulsiva, respiración y ritmo cardiaco elevados en reposo, impulsividad (saltar o correr sin motivo), y sueño de mala calidad.
Cómo diferenciar hiperactividad y sobreactividad

Un perro simplemente activo puede alterarse ante estÃmulos y después volver a la calma. En la hiperactividad, el estado de excitación constante se mantiene incluso sin estÃmulos. Señales que orientan: si en ambientes tranquilos el perro jadea, no para de moverse y le cuesta dormir, la balanza se inclina hacia hiperactividad; si sólo se altera en momentos concretos (visitas, paseo) y luego se regula, hablamos de sobreactividad.
Causas y factores de riesgo

- Falta de estimulación fÃsica y mental: energÃa acumulada por paseos pobres o poca actividad cognitiva (juegos de olfato, rompecabezas).
- Genética y raza: razas de trabajo y deportivas presentan mayores necesidades de actividad. En casos menos frecuentes puede existir el sÃndrome de hipersensibilidad-hiperactividad (HSHA) o un perfil TDAH-like canino.
- Manejo y educación: reforzar sin querer la excitación (premiar saltos o ladridos), rutinas irregulares y lÃmites difusos.
- Estrés y ansiedad: especialmente ansiedad por separación o entornos con muchos estresores.
- Problemas neurológicos o endocrinos: ciertas alteraciones metabólicas o del sistema nervioso pueden incrementar la actividad.
- Alimentación inadecuada: dietas con exceso de carbohidratos refinados y aditivos pueden influir en el comportamiento.
Los cachorros y perros jóvenes muestran de forma natural más energÃa y reactividad; esto no implica patologÃa, aunque sà requiere buenas rutinas para que no se consoliden hábitos excitables.
Diagnóstico profesional
Si observamos estos signos, lo mejor será acudir a un veterinario o a un experto en comportamiento para descartar causas médicas y valorar el entorno. La historia clÃnica considera cuándo empezaron los signos, cantidad de ejercicio, rutinas, dieta y estresores. Se recomiendan examen fÃsico, analÃticas (incluida función tiroidea y metabólica) y, si procede, evaluación neurológica.
En la parte conductual, un etólogo puede diferenciar entre hiperactividad patológica y un problema de manejo. Existen cuestionarios de apoyo (p. ej., escalas de impulsividad y atención) que orientan la valoración; además, los signos deben ser persistentes en distintos contextos y mantenerse en el tiempo pese a rutinas adecuadas.
Tratamiento y manejo

1) Estimulación fÃsica y mental
- Ejercicio diario de calidad: paseos largos, variando rutas y permitiendo olfatear; juegos controlados de traer, canicross o senderismo según edad y condición.
- Juegos de olfato y enriquecimiento: alfombras olfativas, búsqueda de premios, juguetes interactivos y rompecabezas.
2) Adiestramiento y autocontrol
- Entrenamiento con refuerzo positivo de órdenes básicas (sienta, quieto, ven) y protocolos de relajación en su cama.
- Control del juego: pausar si sube demasiado la excitación y reanudar cuando recupere la calma.
- Ignorar la demanda de atención en momentos de excitación y premiar la tranquilidad.
- Rutinas estructuradas de paseos, comida y descanso para reducir la anticipación ansiosa.
Por ejemplo, el Agility es perfecto para perros nerviosos, pues les ayuda a aumentar su concentración y a equilibrar su energÃa. También nos será muy útil practicar órdenes de obediencia a diario y recompensar su atención con refuerzo positivo. Y por supuesto, necesitaremos mucha paciencia, que con el paso del tiempo seguro se verá recompensada.
3) Manejo del estrés
- Reducir estresores del entorno, facilitar un espacio seguro y utilizar, si procede, feromonas apaciguadoras o música suave.
4) Dieta
- Alimentación de calidad, baja en carbohidratos refinados y sin aditivos artificiales; ajustar calorÃas a la actividad.
5) Tratamiento médico (si procede)
En cuadros patológicos puede valorarse medicación por el veterinario, como ISRS, o nutracéuticos calmantes (L-teanina, melatonina). Nunca administrar fármacos sin supervisión profesional.
Prevención y pautas para cachorros
- Socialización adecuada y evitar reforzar conductas excitables.
- No separar al cachorro de la madre y hermanos demasiado pronto.
- Establecer rutinas de ejercicio, descanso y alimentación desde el inicio.
Adoptar estas pautas, junto con la evaluación veterinaria cuando sea necesaria, permite canalizar la energÃa, mejorar el autocontrol y recuperar la convivencia, incluso en perros con predisposición o con entornos que favorezcan la excitación.